28 nov 2010

Cap 3 - Artículo en la revista NEXOS

En el número de Noviembre (N° 395) de la revista Nexos apareció este excelente artículo llamado "De Género y Cuotas" en la sección de Ciencia. Está escrito por Luis González de Alba.
(puedes ver y descargar el artículo de NEXOS completo en PDF seleccionándolo en la ventana DOCUMENTOS Y DESCARGAS, es el número 2)
Inicia discutiendo un asunto aparentemente trivial: entre los autores de artículos de la revista hay pocas mujeres. Concluye que también hay pocas lectoras. Pasa a citar varios ejemplos de actividades dominadas por hombres. Conclusión: es un mundo de hombres.
La falta de "progreso" de las mujeres en tantas actividades, ¿es un problema de discriminación? ¿se trata de una serie interminable de casos de misoginia?
Como en una digresión, entra de lleno en una explicación basada en la Sociobiología. Empieza el autor por recordar que los primates machos estamos diseñados por la naturaleza para reproducirnos mucho y morir jóvenes. Somos competitivos porque millones de años de evolución han seleccionado los valores que mejor sirven a la reproducción.
Toca el punto crucial: son las mujeres las que eligen, y por lo tanto, dirigen la evolución en una dirección que produce machos bravucones y exhibicionistas.
Cito textualmete:
"El interés de los machos por competir es claro: atraen más hembras, lo mismo el chimpancé gritón, el alce de gran cornamenta o el hombre que pelea puestos en la industria, la política o, más discretamente, en el mundo intelectual en el que hay relación directamente proporcional entre prestigio y atractivo sexual.
¿Y cual es el interés de la hembra por seleccionar al mejor macho disponible? Uno: su mayor inversión la economía biológica: la hembra y el macho invierten de manera muy desigual cuando se reproducen. El puede simplemente desaparecer (como tantos lo hacen) luego de fecundarla. La inversión de la hembra humana es alta: debe pasar nueve meses de creciente incomodidad, un parto doloroso al que fue condenada desde que nos creció el cerebro y el paso entre los huesos de la pelvis se hizo difícil, debe correr alto riesgo de muerte, meses de lactancia durante los cuales entrega sus propias calorías y proteínas, y años de proteger la infancia de los hijos".
Es una excelente síntesis de la aplicación del punto de vista Sociobiológico en el tema de la relación entre géneros. Sin embargo, el autor no se libra del hate mail. Inmediatamente un grupo de mujeres colocan en el sitio de Nexos una carta de protesta exigiéndole que pida disculpas a todas las mujeres por haberlas insultado. Nos informan las ofendidas, después de recordarnos que la Constitución reconoce la igualdad entre hombres y mujeres que:
"Ser mujer no es enamorarse de una persona mayor sólo por el interés monetario, el enamorarse va más allá del dinero, ser mujer no es tener hijos y nada más, las mujeres tenemos mucho por aportar a la sociedad..."
Lo que las respetables mujeres leen es que González de Alba acusa a ambos géneros de actuar conscientemente en la selección de pareja, es decir, que todas las elecciones son racionales o por amor, como implican las ofendidas ante la afirmación que las mujeres prefieren a los galanes con suficientes recursos.
Esta discusión se repite frecuentemente cuando se expone el concepto de un acto instintivo inconsciente. Nadie va por ahí pensando que su único objetivo en la vida es transmitir sus genes. Éste, es un imperativo biológico inconsciente, en todo caso. Esta sutileza escapa a la mayoría de la gente que contra toda evidencia todavía cree que todos nuestros actos son racionales, conscientes y lógicos.
Para calmar los ánimos o encenderlos más, conviene escuchar a la Socióloga Rosemary L. Hopcroft de la Universidad de Carolina del Norte. Publicó en Junio de 2009 un paper interesantísimo que se llama Gender Inequality in Interaction, que se puede traducir como Desigualdad de Género en la Interacción.
(puedes ver y descargar el artículo completo seleccionándolo en la ventana de DOCUMENTOS Y DESCARGAS, es el N° 3)
La Dra. Hopcroft se enfocó en las sutilezas de las interacciones entre jóvenes de ambos sexos. El objetivo fué detectar, por ejemplo, cómo cambia la conducta en un grupo de hombres cuando se agregan mujeres y viceversa.
Las mujeres se comportan con deferencia hacia los hombres y no al revés. La deferencia se manifiesta sutil pero inequívocamante en interrupciones en la conversación, la toma de decisiones en grupo, la aceptación de la autoridad, etc. . Este comportamiento totalmente inconsciente de las mujeres se inicia a los 18 años y termina con la menopausia.
En seguida pasa la Dra. Hopcroft a hacer un repaso de los puntos más sobresalientes de lo que la Sociobiología aporta a explicar la conducta entre los géneros.


Una parte de este enfoque afirma, en crudas palabras, que el problema de los hombres es saber quién es el padre biológico de los hijos. El problema de las mujeres es que el hombre confíe en ellas como para quedarse a ayudar a la crianza de la prole. Las mujeres que muestran una actitud general desafiante son percibidas con mayores probabilidades de ser infieles. Es una cuestión no sólo de ser, sino de parecer.
Pero, si ese comportamiento existe es porque es una adaptación a la que se llegó por selección natural. Las mujeres que supieron ser deferentes se reprodujeron más hasta que toda la población de mujeres llegó a dominar esta sutileza en la seducción integral de su compañero de aventuras.
Viéndolo desde cierto punto de vista el temor de los hombres no está tan mal ubicado: entre el 4 y el 30% de los niños no son hijos de su padre putativo. El porcentaje de infidelidad que termina en un embarazo, por cierto, es inversamente proporcional al nivel socio-económico. Cornudos y pobres. No surprise there.


Conviene también recordar el orgien de toda esta situación: el sexo es una fuerza antisocial de la evolución. Las parejas se forman y se mantienen unidas a pesar del sexo, no gracias a él, como quería Desmond Morris. La vida debe haberse iniciado muchas veces, hasta que por prueba y error en la naturaleza apareció un material orgánico que se podía reproducir una generación más. Las formas de vida que no lograron reproducirse obviamente ya se extinguieron. Por el método de la fuerza bruta se fueron seleccionando las formas más eficientes de reproducción hasta que apareció la reproducción sexual. Es la mejor porque es la que genera más variación genética en la siguiente generación y nada más. Si no fuera por eso nos reproduciríamos por partenogenesis (copia de los genes en vez de combinación de genes con otro individuo) y nos ahorraríamos el lío monumental (se sufre y se goza) que es la reproducción sexual.
La utopía de una sociedad sin conflictos sólo existe entre grupos donde no se requiere la reproducción sexual. Todos compartiríamos los mismos genes. Al existir la reproducción sexual inevitablemente se da algo que se conoce como dimorfismo sexual. Los intereses genéticos y requerimientos ecológicos de ambos géneros son divergentes. Las hembras seleccionan a los mejores machos por características específicas que los pone en competencia con otros machos por los mejores partidos, como lo señala González de Alba en su artículo. La reproducción sexual existe desde hace 1,200 millones de años. Definitivamente no es un fenómeno cultural ni una construcción social.




Por otro lado, nadie puede negar que las mujeres son oprimidas de mil maneras distintas en nuestra sociedad y en la mayoría de las sociedades del mundo. Hay mujeres golpeadas, asesinadas, esclavizadas y abusadas en mundo de hombres, cómplices entre sí de esta opresión. El punto es que si la mejor manera de ayudar a su causa es dar por un hecho que cualquier descubrimiento científico sobre los resortes que mueven las relaciones entre los géneros en la que las víctimas mujeres no aparezcan como víctimas angelicales y bien peinadas es una ofensa. Si alguna esperanza tiene la causa del feminismo está en entender realmente qué pasa en las mentes de los protagonistas, no lo que dicen que pasa o lo que creen que pasa, sino los impulsos ancestrales que formaron la naturaleza humana y que están operando detrás de nuestras explicaciones pseudo-racionales.


La noción de que la opresión de la mujer es un asunto cultural ha hecho un daño terrible a su causa. Ignora lastimosamente todas las características sexuales secundarias de la mujer, todo lo que está más allá de las diferencias en los gónadas y en los genitales y que definen su psicología, su identidad y sus verdaderos intereses. Las ha llevado a contradicciones enormes en su ideología, las ha llevado también a provocar una resistencia enorme no sólo de los hombres, sino de las propias mujeres que no se pueden identificar con una doctrina que combate la opresión al precio de renunciar absurdamente a la feminidad.


Por otro lado, la perspectiva Sociobiológica es acusada frecuentemente de pretender justificar la opresión con la inferencia automática: si se afirma que alguna conducta es instintiva, está en los genes, entonces se le está justificando, se está diciendo que está bien. Si se demuestra, por ejemplo, que el racismo tiene un origen ancestral con raíces muy profundas grabadas en nuestros genes por selección natural en el temor sanitario al extranjero, se está defendiendo el racismo. Lo que necesitamos entender es que para erradicar verdaderamente algo como el racismo o la misoginia lo primero que tiene que pasar es que descubramos sus verdaderas causas, y entender esas raíces no tiene que ser para justificarlas sino para empezar a tener al menos una oportunidad de hacer honor a la promesa de igualdad, que por cierto ya escribimos en la Constitución.











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