Si decimos que algún acto está impulsado por un instinto, por ejemplo, de supervivencia o el instinto sexual, sabemos que el individuo no necesariamente está consciente de que con sus actos está cumpliendo, en última instancia, un imperativo biológico. El individuo siente necesidades muy concretas, deseos y motivos que quiere satisfacer. Simplemente quiere poseer el objeto que desea: comida o satisfacción sexual sin estar preocupado por el futuro de sus genes.
Para describir mejor esta situación, la Sociobiología utiliza una clasificación de causas que impulsan la conducta de los individuos en “causas próximas” o inmediatas y “causas últimas”. Usando el ejemplo del deseo sexual, la causa próxima sería la obtención de placer sexual y la causa última sería la reproducción o propagación de sus genes. Por supuesto que es común que en las relaciones sexuales, por ejemplo, se busque que la mujer no resulte embarazada, esto no cambia que la causa última del deseo sexual sea la reproducción.
Suena confuso y para mucha gente simplemente es incomprensible. Esta dificultad provoca el rechazo de muchas personas que creen que la Sociobiología afirma que los genes determinan directamente la conducta de las personas, pero en realidad los impulsos biológicos de la conducta casi nunca actúan como causas próximas conscientes.
Por ejemplo, si tengo ganas de tener un auto nuevo, no es porque tenga un gen que me impulse a tener un auto nuevo. Tal vez, la cadena causa-efecto pasa por mi deseo de mejorar mi imagen como una persona de éxito, sentirme más seguro de mí mismo, etc. y, al final de la cadena, tener mejor aceptación social mejora mis posibilidades reproductivas. Sólo a ese nivel podemos suponer que actúan los genes para maximizar nuestro status en un grupo. Es, desde luego, a un nivel inconsciente.
Por ejemplo, si tengo ganas de tener un auto nuevo, no es porque tenga un gen que me impulse a tener un auto nuevo. Tal vez, la cadena causa-efecto pasa por mi deseo de mejorar mi imagen como una persona de éxito, sentirme más seguro de mí mismo, etc. y, al final de la cadena, tener mejor aceptación social mejora mis posibilidades reproductivas. Sólo a ese nivel podemos suponer que actúan los genes para maximizar nuestro status en un grupo. Es, desde luego, a un nivel inconsciente.
Este embrollo está involucrado en uno de los grandes malentendidos en la discusión reciente de la Evolución Biológica. En 1976, Richard Dawkins, un eminente profesor de Oxford, Inglaterra, publicó un libro de divulgación científica que se llamó The Selfish Gene (El Gen Egoísta). Fue enormemente exitoso (a smash hit, como dicen sus editores) entre el público no científico a nivel mundial y provocó una división entre sus lectores que cada día se profundiza más. El mismo Dawkins reconoce que la elección del título fue desafortunada, aunque no dudo que haya impulsado las ventas. Además, el libro tiene alta calidad literaria, es muy divertido leerlo, al punto que con él Dawkins ganó el premio Shakespeare de literatura, aparte de muchos otros premios científicos y literarios.
Como suele pasar con estos temas tan sensibles, la oposición en gran escala viene principalmente de personas que no han leído el libro. Con el puro título tuvieron para concluir que lo que dice Dawkins es que los humanos somos egoístas porque nuestros genes son egoístas. Como lo ha explicado el propio autor innumerables veces, la expresión “gen egoísta” es una metáfora para explicar que la evolución de las especies sucede a nivel de los genes, no de los individuos ni de los grupos de individuos, como se pensó en los medios científicos por algún tiempo.
Otra manera de decirlo, es que aunque las causas próximas de la conducta varían enormemente entre los humanos, la causa última de lo que hace todo ser vivo es la transmisión de sus genes. Sólo en ese sentido funciona la metáfora.
En el libro también presenta el concepto de “adaptación incluyente” (Inclusive Fitness) que explica porqué favorecemos a las personas con las que compartimos genes o sea nuestros parientes cercanos: porque tienen, al menos en parte, nuestros mismos genes. Desde ese punto de vista, de lo que se trata es que sobrevivan los genes, independientemente de qué individuo los porte.
Esto hace perfectamente congruente la predicción de que un padre o una madre se sacrificarán por sus hijos. Los genes de individuos que despliegan esa conducta (llamada altruismo primario) fueron seleccionados sobre los que no lo hacían, simplemente porque hace más eficaz su propagación.
Incluyo este intento de aclaración como preámbulo para los capítulos 7 al 9 que son un video (en YouTube en 3 partes) sobre el libro The Selfish Gene, con la esperanza de que sirva para entender mejor la polémica que surgió en torno a este libro y en general a la obra de Dawkins.
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